miércoles, 22 de julio de 2015

La innecesaria y arriesgada “prescripción enfermera”

médico especialista en medicina legal y forense,
 padre del autor de este blog.

La RAE, en su primera acepción, define prescribir como “Preceptuar, ordenar, determinar algo” y en la segunda, establece: “Recetar, ordenar remedios”
En el ámbito médico, la prescripción (orden terapéutica) forma parte del tratamiento  establecido para un concreto y determinado enfermo. Siempre es posterior al diagnóstico y engloba todas las medidas que se consideran necesarias para el logro de alivio, mejoría o curación. Formando parte de esas indicaciones, están los fármacos, que son recetados por el médico para que los dispense el farmacéutico y los administre el enfermero (si es necesario).
Lo anterior es lógico, útil y seguro, estando tan arraigado en el conocimiento colectivo, que no precisa mayor explicación.
No cualquiera puede ponerle al paciente un suero intravenoso, una inyección intramuscular o una sonda naso-gástrica, como tampoco pueden venderse los medicamentos fuera de las oficinas de farmacia. Pues bien: nadie que no sea médico debe recetar medicinas porque, previamente, no ha establecido un diagnóstico. ¿Tan difícil de entender es esto?
La sociedad necesita garantías, que derivan de las titulaciones de los diferentes agentes sanitarios.
La química que introducimos en nuestro cuerpo, cada vez que somos tratados con un principio activo, persigue un beneficio que no está absolutamente exento de riesgo. Por eso, debe ser el facultativo, que estudió más bioquímica, fisiología, anatomía, farmacología, toxicología  y patología médica, entre otras, quien establezca el fármaco y la dosis, exclusivamente.
Los enfermeros son imprescindibles para los pacientes y para el sistema sanitario. Nadie cuestiona preparación… para hacer lo que les es específico, no para realizar actos médicos, como lo es la prescripción.
Detrás de todo esto está la responsabilidad, que es una garantía social irrenunciable. Cada profesional es responsable del acierto o error de sus actuaciones y, por ello, cada cual debe hacer lo  específico de su profesión.
El notario, como fedatario público, firma las escrituras, el registrador de la propiedad las registra conforme a ley, el juez dicta sentencias, el ingeniero se responsabiliza de sus obras o máquinas, el arquitecto de sus proyectos, el médico de sus diagnósticos y tratamientos… y el enfermero, de su amplísima labor técnico-asistencial.
Lo anterior genera tranquilidad, seguridad y confianza, consideradas imprescindibles para la vida en sociedad.
¿Por qué no debe prescribir un enfermero? No es ése su cometido profesional y, en consecuencia, no se le ha capacitado para ello. 
Se suele argumentar que sólo se prescribiría la medicación que, por carecer de importancia terapéutica, ahora se administra sin receta. Pues, si ésta (la receta) no es necesaria, ¿para qué tiene que elaborarla una enfermera?
Permitir a los enfermeros que prescriban, puede generar una mayor iatrogenia (daños derivados de la medicación) y mucho más gasto sanitario, además de inseguridad clínica y jurídica.
Ante un error grave, inmediatamente surgirán las preguntas ¿Quién prescribió? ¿Basándose en qué criterio diagnóstico-terapéutico? ¿Con qué formación acreditada?
Según la doctrina establecida por el Tribunal Supremo, “el título presume competencia”, y ésta que nos ocupa, es la del licenciado en medicina.
La población confía en sus enfermeros, tanto como en sus médicos. Así lo detectan las encuestas, y está muy bien que así siga siendo. 
¿Para qué iniciar cambios que puedan distorsionar o deteriorar esa confianza, al introducir dudas y riesgos que ahora no se presentan, sin aportar ventajas claras y contundentes?
Cada cual deberá hacer bien, aquello que es de su competencia. 
… No es cuestión de ser más o menos importantes, ni de merecer mayor o menor aprecio social.  
Cada uno a lo suyo, por respeto a las personas, a los enfermos y a la legalidad.

Misión cumplida

"Un esfuerzo total es una victoria completa"
Mahatma Gandhi

Por fin, después de más de 30 años, parece que el bipartidismo y su sistema de élites extractivas, empieza a derrumbarse. No ha sido fácil, y todavía queda muchísimo por hacer, su estructura es dura y sus defensas muy fuertes. Pero ahí están los resultados sin mayorías de las elecciones locales y autonómicas. Y la posibilidad, todavía remota, de terminar el año con una España libre del nepotismo del PPSOE.

¿Cómo hemos conseguido, como sociedad, empezar a librarnos de este sistema expoliador? Con la ayuda de dos actores principales. Hoy ya pasados. Pero sin los que no hubiera sido posible llegar hasta aquí.

Hablo del 15M en las calles, y del partido Unión, Progreso y Democracia en las instituciones. Puedo decir orgulloso que participé (desde mi independencia) activamente en ambos, y que, en ambos, traté de aportar racionalidad, realismo y hasta pragmatismo. Siempre en aras de la consecución de cambios reales que mejoraran el nivel de vida de los ciudadanos. En el 15M con el intento de pasar de la protesta a los hechos, a la consecución, como decía, de cambios reales. Intenté centrar esfuerzos en la propuesta más consensuada: el cambio de la injustísima ley electoral, una de las mayores fortalezas del bipartidismo corrupto. Aún no hemos conseguido el añorado #1persona1voto, pero nadie niega que ha llegado a la mesa para quedarse. Hasta que se consiga. 
Y en UPyD, cuya historia es la causa de este post.

Me interesó UPyD desde el día de su presentación. Me informé y constaté que, por fin, mis ideas políticas estaban representadas. Al fin alguien salía de la trinchera y enumeraba los problemas reales de España, todos, más allá de los que el yugo de la ideología te permitía citar.

En esa época (año 2007) yo todavía estaba estudiando la carrera, no tenía Twitter ni blog. Pero ya mostraba mi apoyo, y llamaba al voto en mi entorno. Recuerdo acudir a escuchar a Rosa a la universidad, tanto en la mía, ICADE, como en la Complutense. Recuerdo que cogí el micro y le pregunté que por qué no se unían a Ciudadanos, que por aquel entonces intentaba ser un proyecto nacional. También fui a ver a Mikel Buesa a una charla en un colegio mayor. La verdad es que su carisma distaba mucho del de la primera. En 2008 les voté. Era la primera vez que lo hacía (Referéndum de la Constitución europea aparte). En las Europeas de 2009 volví a hacerlo, fue la primera vez que mi opción conseguía representación (En 2008 entró Rosa pero yo no votaba en Madrid, sino en Murcia). Sentí por primera vez que mi voto servía para algo. Benditas europeas, con circunscripción única.

En 2010 ser votante ya no me bastaba. Quería explicar al mayor número de personas que había una opción para mejorar España, que había vida más allá de las falsas trincheras socialistas y populares. Pocos días antes de licenciarme abrí una cuenta en Twitter. En esa época era la red del microblogging. Lo que escribías tenía importancia. Yo no quería hacerlo hasta que no tuviera una licenciatura detrás, que respaldara el mensaje. Ya ves tú qué tontería. Anda que no ha cambiado la cosa. Empecé, como decía, a compartir las ideas que tenía en común con UPyD, a apoyarles.

En febrero de 2011 abrí este blog para poder difundir ideas más allá de los 140 caracteres. En junio escribí cómo las soluciones que necesitaba España, las que esos días pedíamos en las calles con el 15M, eran las que ofrecía UPyD. Escribí "Cómo conseguir las propuestas del 15M". UPyD lo publicó en su web. Rosa en su fan page. Muchos fueron los que me llamaron diciéndome que les había convencido, que dejaban su opción (siempre PSOE o PP) para probar con UPyD.


Ese verano ya hacía campaña activa en redes. Confiaba en UPyD como la mejor opción. Y empezaba a conocer a los que la formaban. Recuerdo cuándo, a la salida de un acto de Carlos Martínez Gorriarán, que había estado tuiteando, Beatriz Becerra se plantó en la puerta y empezó a preguntar "¿Eres Rafa Pacheco?" a todos los que salían, hasta que dio conmigo. Recuerdo constatar, mientras tomábamos una caña, que se creían lo que decían. Que la cosa iba en serio. 

Ese verano Albert Rivera pidió públicamente que sus partidos fueran juntos a las generales. Yo me sumé a la petición. Carlos M. Gorriarán me explicó por Twitter por qué la respuesta de UPyD era NO. Yo no terminé de entenderle y finalmente quedamos para hablar del tema en un bar andaluz cercano al Congreso. Me explicó que UPyD era un proyecto nacional, que lo que C's quería era hacer un PSOE-PSC, que ir con C's era poco menos que cargarse los valores mismos del proyecto. En su momento me pareció convincente. No volví a insistir en el tema.

Para las elecciones generales de noviembre de 2011 hice campaña activa. Siempre desde mi independencia, pues nunca me afilié. En este blog expuse Mis motivos para votarles, y me hice eco de las indispensables preguntas de Hernández. Voté su lista al Congreso y a su candidato al Senado (en los otros dos votos para el Senado escogí a Escaños en Blanco).

Ya por aquel entonces mucha gente me decía "Me gusta UPyD, pero no puedo con Rosa Díez", yo me defendía diciendo que a quien votaba era al candidato de Murcia, no a Rosa, y que lo importante era el programa y no tanto la portavoz, a sabiendas de que no les convencía. A mi tampoco me entusiasmaba Rosa. Era lo mejor del Congreso, sí, pero sus décadas en las instituciones no casaban mucho con el aire fresco que representaban las ideas de UPyD. Aún así, encuesta tras encuesta aparecía como la líder más valorada.

La noche electoral del 20N acudí al hotel Villa Real y observé desolado cómo UPyD se quedaba a las puertas del 5% que le permitiría tener el tan necesario grupo parlamentario. Recuerdo cómo Carlos me animó, cómo me hizo ver que para acabar con el régimen no bastaba el 15M, o la indignación reinante, que el camino era más largo, pero que merecía la pena.

Tras la consecución de esos 5 diputados llegaron años que, como el tiempo ha demostrado, fueron perdidos. En 2012 y 2013 se trabajó muchísimo en las instituciones, pero se dejó de trabajar en la imagen. UPyD ya era un actor más de la política española, y solo con la nefasta gestión de PP y PSOE crecía sin mucho esfuerzo. Era la oposición al sistema. No tenía prácticamente competencia en su espacio "más allá del establishment". Además de Ciudadanos en Cataluña, claro. A finales de 2013 las encuestas ya les daban casi un 15% en intención de voto. Eso supone 40 diputados. Yo seguía con mi activismo en redes (contra el PP, el rescate bancario o el rescate catalán, los recortes indiscriminados a los funcionarios o su interesada demonización, el desmantelamiento de la sanidad pública madrileña, el drama de los desahucios, la no homologación europea de los títulos españoles, las trampas de la ley de financiación de partidos, etc). UPyD se hacía eco de algunos de mis artículos en su web. De vez en cuando hablaba con Carlos y le mandaba propuestas. Me sentía representado.

Hasta el turbulento 2014. El año de Podemos, de la expansión de Ciudadanos y hasta de Vox. El año en el que al #NoLesVotes se le unió, por fin, el #VotaAOtros. El año en el que a UPyD le salió competencia real en su mercado de oposición al sistema. El año de las elecciones que lo cambiaron todo. El año en el que se impuso lo nuevo, con un relevo generacional que afectó desde los partidos (IU y PSOE) hasta a la corona. El año en que UPyD quedó fuera de juego por no adaptarse a las demandas sociales. Por mantener a una líder cuyo tiempo había pasado. Y por tratar con soberbia a un partido que, por más que se empeñaran en tratarlo de regionalista, no hacía más que crecer a nivel nacional. El año en el que UPyD no solo dejó de crecer en las encuestas sino que empezó a bajar. Y algunos, ingenuos, hasta nos creímos que estaban manipuladas.

Un capítulo fundamental en ese cambio de tendencia fue el paripé de las negociaciones, en las que, sí, es cierto, Ciudadanos se negó a presentar la lista de pactos con partidos regionalistas, pero fue UPyD el que quedó, frente a la ciudadanía, como freno al cambio. UPyD y su informe de Herzog de tropecientas páginas explicando por qué no pactarían antes incluso de sentarse a hablar. UPyD y su exquisita ortodoxia que los ciudadanos nunca entendieron, y que le hicieron pagar.

Si bien consideraba un error tanto mantener a Rosa como no pactar con tus (prácticamente) iguales a los ojos de los votantes, mantuve mi apoyo y hasta pedí hacerme simpatizante a finales de año, cuando pasaban por horas bajas y las encuestas ya solo les daban un 5%. Me confirmaron el alta como simpatizante en junio, concretamente 162 días después de pedirlo. Yo nunca había entrado en temas internos o de organización, pero que tardaran meses y meses en tramitar un simpatizante, que simplemente es meter un nombre en una lista y enviarle mails, me hizo pensar que algo no andaba bien.

En estas nos plantamos en las andaluzas, y una vez más pido el voto para UPyD activamente. Consideraba fundamental que el caciquismo del PSOE andaluz tuviera semejante oposición en frente. Resumí su programa - nadie lee más de dos folios - y lo volví a resumir, hasta que cupiera en una imagen que poder difundir por whatsapp. Los resultados fueron un  enorme jarro de agua fría. Constataron lo que se venía cociendo durante todo el año anterior. UPyD tuvo el resultado de un partido residual. En la CCAA más poblada de España. Ni dos de cada 100 votantes cogieron la papeleta magenta. UPyD quedaba herido de muerte.

Ese lunes Rosa Díez, la líder peor valorada de los 6 partidos por los que preguntaban las encuestas en esos momentos, convoca una rueda de prensa. Todos esperábamos su dimisión. Las locales estaban a la vuelta de la esquina y su imagen dañaba, literalmente, al partido. No dimitió. No reconoció ningún error. Es más, echó la culpa a los votantes. UPyD se moría.
Yo nunca había entrado en temas internos, incluso había evitado hablar de una Rosa nunca santa de mi devoción para no dañar la imagen del partido, pero aquello era demasiado. Aquella no dimisión significaba condenar a los habitantes de 13 CCAA y 8.116 ayuntamientos a 4 años sin las ideas de UPyD en las instituciones. Mostré mi rechazo total. Pedí abiertamente su dimisión. Y expliqué como no dimitiendo vendía a los candidatos locales y autonómicos de su partido. 

El consejo político de UPyD se reunía ese sábado y los que creíamos en el proyecto teníamos que hacer algo para no dejarlo morir. Por primera vez me metí en asuntos internos mandando una carta a los consejeros políticos en la que pedía que cambiaran a la portavoz para salvar el partido. Que el pasado de Rosa merecía todo el reconocimiento del mundo pero no el futuro completo de UPyD. Que pusieran a un líder mediático al frente para recuperar los votos que la antipatía que despertaba Rosa les había hecho perder; y que sometieran a votación entre las bases la política de pactos para recuperar los votos que el no-pacto con Ciudadanos les había quitado. A su vez escribí a Irene Lozano para decirle que muchos esperábamos que diera un paso adelante, que su liderazgo mediático era imprescindible para salvar el proyecto. Ambos coincidimos en que en la votación del Consejo Político era mucho lo que estaba en juego. 

Dos terceras partes del Consejo votó por mantener a Rosa hasta después de las elecciones, condenando de nuevo a UPyD a muerte, como más tarde constatarían los resultados del 24 de mayo, propios de un partido marginal. UPyD quedaría fuera de las instituciones locales y autonómicas, y ya nada se podía hacer. Esto es España, aquí se votan líderes nacionales, también en las locales y autonómicas, da igual las veces que expliques que Rosa no se presentaba a ningún ayuntamiento o parlamento autonómico, la respuesta era siempre la misma: "Me gusta UPyD, pero no puedo con Rosa Díez".

Aún así, no todo estaba perdido, si bien ese consejo había sentenciado al partido, también le había dejado una última oportunidad para sobrevivir: el Congreso Extraordinario de después de las elecciones. Si allí se cambiaban las cosas que todos sabíamos que funcionaban mal: liderazgo, política de pactos y comunicación no profesionalizada; además de las que luego descubrí que funcionaban mal: falta de democracia interna y permisividad ante el acoso al "crítico" (y hasta fomento); UPyD podría sobrevivir. Y así lo dije, tanto públicamente, como a Irene. Y, aunque me alegré sobremanera cuando me dijo que se presentaría, días después me llegó el baño de realidad en forma de llamada de Manu de Lucas. Manu y yo somos amigos desde el 15M, y, en un principio, creí que sería una llamada más, de esas en las que él insistía en que me afiliara y yo me negaba y le preguntaba por sus niños. Pero no. Manu me explicó lo complicado de la situación interna de UPyD. Me contó como, aunque desde fuera pareciera que el cambio de rumbo era la única forma de sobrevivir, desde dentro Irene lo tendría muy complicado para "ganar al aparato". Me mostró como o trabajábamos todos sin descanso o la última oportunidad de salvar UPyD se nos iba. Y finalmente consiguió lo que llevaba años pidiéndome. Que me implicara realmente en el proyecto. Yo me dedico profesionalmente a diseñar estrategias de marketing en redes sociales para empresas, por lo que como mejor podía colaborar era llevando la parte digital de la campaña.

El 16 de abril me llamó Irene y el día 20 quedamos para que le contara mi propuesta de campaña de Renovadores UPyD. Le encajó perfectamente y nos pusimos a trabajar. Había que parar la sangría continua de bajas de afiliados mostrándoles que se daría la batalla en el Congreso Extraordinario y que no todo estaba perdido. A su vez había que respetar la campaña electoral que empezaba el 8 de mayo. Lanzamos la web http://www.renovadoresupyd.com/ y anunciamos que, pasadas las elecciones locales, empezaría la nueva campaña, esta vez al Congreso Extraordinario, esta vez a la supervivencia de UPyD. Yo tenía claro que UPyD estaba cual moribundo en parada, y que Renovadores era el desfibrilador que podía devolverlo a la vida, sanarlo y llevarlo donde le correspondía. La otra candidatura, la oficialista, no era más que desconectar al enfermo, dejarlo morir. Así que era o en ese momento o nunca. Trabajamos al máximo para aprovechar esa última bala. Si hay algo que me llevo de estos años de apoyo a UPyD es la gente que he conocido (y cogido cariño) en ese grupo de trabajo 'renovador'.
El día 25, a las 00.00, y tras el desastre de resultados de UPyD en las elecciones del 24, comenzamos nuestra andadura por la red. Si bien no pedíamos el voto, pues la campaña no se había iniciado oficialmente (no sabíamos ni la fecha del Congreso), comenzamos a llegar a todos y cada uno de los afiliados, simpatizantes e interesados en UPyD, y a enseñarles que otra forma de hacer las cosas era posible. A dejarles claro que el proyecto no estaba muerto. A generarles primero curiosidad, luego interés y después hacerles sentir parte del proyecto. A fidelizarles.

Una de las propuestas irrenunciables que hice a Irene para llevar la campaña fue que el programa se hiciera mediante un proceso abierto de democracia participativa. Lo que hicimos fue recoger propuestas de los afiliados y luego permitirles votar entre unas y otras para poder llegar a un conjunto de ideas con apoyo mayoritario, con consenso, indispensables. 
Desde el mismo 25 de mayo empezamos a pedir a los afiliados que mandasen sus propuestas. El día 30, cuando cerramos la entrada de las mismas, teníamos más de 700. Les pedimos entonces que votaran aquellas que creían mejores, más necesarias o urgentes. Luego fuimos quitando, mediante cortes periódicos anunciados, las que no llegaban a un 60% de apoyo, para así facilitar la selección. Cuando el día 11 de junio terminamos el proceso contabilizamos un total de 56.563 votos. La gente estaba deseando participar, proponer, opinar, votar. Las propuestas que salieron de dicho proceso se convirtieron en compromisos de la candidatura y base de su programa. Además de en un símbolo: si Renovadores ganaba, el partido se abría, las bases tendrían poder real, y se terminaría el despotismo ilustrado hasta entonces imperante.

Ese poder de los afiliados también se sintió en las redes sociales, donde por fin una parte de UPyD hablaba con ellos de igual a igual, con una marca humanizada, con un tono concreto adaptado al medio, con, en definitiva, una gestión profesionalizada y una estrategia definida de Social Media Marketing, bases indispensables de un buen community management. No es de extrañar que en pocas semanas se convirtiera en la quinta cuenta más influyente de UPyD, sólo por detrás de la del partido y las de Toni, Rosa e Irene.

Otro ejemplo de la profesionalización de la comunicación se dio en Prensa. Nuestro compañero Jose, con la ayuda de Alicia, se encargó de demostrar que aquello de que los medios vetaban a UPyD estaba a años luz de la realidad y que con una gestión profesionalizada podías no solo salir en ellos, sino hacer que hablaran bien de ti. TV, prensa online, escrita, radio, todo. Hizo un trabajo espectacular. Las mañanas de Cuatro, Al rojo vivo, La Sexta Noche, El Objetivo de Ana Pastor, Hora 25, hasta Sálvame Deluxe... Allá donde estuviera la atención de los españoles había un renovador difundiendo su mensaje. Y no solo en los medios, también en persona. Nos recorrimos España entera, aún a riesgo de tener que escuchar la música de Carlos.
Algunos datos a cierre de los 50 días de campaña fueron (Téngase en cuenta que UPyD contaba 4.032 afiliados y que el presupuesto para digital era de cero euros):

En Twitter: 6.675 followers, 3.698 tweets (en 48 días suponen 77 tweets al día, es decir, un tweet cada menos de 12 minutos) con 2.480.900 impresiones de los mismos, 12.626 clicks en los enlaces, 12.524 RTs, 11.094 Favs y 2.862 respuestas a los mismos. Una tasa de interacción de 4,3%.

En Facebook: 1.266 fans, 56 publicaciones, con un alcance medio de 3.643 usuarios/día, 8.967 likes, 793 comentarios, 1.159 shares, 14.395 reproducciones de los vídeos.

En YouTube: 18 vídeos, con 11.512 reproducciones.

En la web (Mérito de Fernando, nuestro webmáster): 688 usuarios registrados, 66.105 visitas y 21.121 usuarios únicos. 671 suscriptores a la newsletter.

Pero hay un dato aún más fundamental. Un dato que tiraría por tierra todos los anteriores. 57. Cincuenta y siete votos. Los que nos faltaron para ganar el Congreso y reflotar el proyecto. Pero, como dice la frase de Gandhi que abre esta historia, un esfuerzo total es una victoria completa. Hicimos todo lo que pudimos por salvarlo, no pudo ser. Ahora bien, entonces ¿por qué titular a este relato "Misión cumplida"? Pues porque, como decía al inicio, UPyD ha cumplido su misión. Ha sido el impulsor del cambio en nuestro país. El primero en traer la regeneración democrática a la mesa. El valiente que se atrevió a abrir los melones que nadie se atrevía ni a mencionar. La política de hoy en España dista bastante de la de 2007, reconozcamos ese mérito a UPyD, y cerremos capítulo. Bien hecho UPyD, gracias, misión cumplida.